Cómo afecta el estrés a la digestión y la inmunidad: sanar la conexión entre el intestino y el cerebro

Oct 01, 2025Written by Dr. Mitra Ray, PhD
Person forming a heart shape with hands over their stomach, symbolizing gut health and wellness.

¿Alguna vez has notado que cuando estás estresado, tu intestino es el primero en reaccionar? Para algunos, son mariposas en el estómago antes de un gran evento. Para otros, son calambres, hinchazón o reflujo que se intensifican cuando la vida se vuelve abrumadora. Eso no está «en tu cabeza», es la conexión entre el intestino y el cerebro en acción.

La ciencia confirma ahora lo que muchos sospechábamos desde hace tiempo: el estrés reside en el intestino, el cerebro y el sistema inmunológico, y estos están en constante comunicación entre sí. Este sistema de comunicación, denominado eje intestino-cerebro, es bidireccional. El estrés en el cerebro altera la digestión; la mala salud intestinal envía señales de estrés al cerebro; y ambos afectan a la inmunidad [1,2]. ¿El resultado? Ansiedad, inflamación, enfermedades frecuentes y la sensación de estar atrapado en modo supervivencia.

La buena noticia es que este ciclo se puede romper. En esta publicación, compartiré la ciencia del estrés y el eje intestino-cerebro, responderé algunas de las preguntas más comunes sobre la curación y te daré un vistazo a las rutinas que me mantienen en equilibrio.

¿Cuáles son los síntomas de los problemas del intestino y el cerebro?

Cuando la conexión entre el intestino y el cerebro está desequilibrada, no solo lo sientes en el estómago, sino en todo el cuerpo. Estos son algunos de los síntomas más comunes:

  • Problemas digestivos: hinchazón, estreñimiento, diarrea, reflujo o síntomas alternantes de tipo síndrome del intestino irritable.
  • Mayor sensibilidad intestinal: los procesos digestivos normales se sienten dolorosos o exagerados.
  • Ansiedad y cambios de humor: una microbiota intestinal desequilibrada puede producir menos neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, que desempeñan un papel en la regulación del estado de ánimo.
  • Problemas inmunitarios: resfriados frecuentes, alergias o brotes autoinmunitarios.
  • Fatiga y confusión mental: un intestino poco saludable no puede absorber los nutrientes de manera eficiente, lo que afecta a la energía y la cognición.
  • Problemas cutáneos: acné, eccema o erupciones cutáneas relacionadas con la inflamación y el «intestino permeable».

Si alguno de estos síntomas le resulta familiar, tal vez sea el momento de examinar más de cerca la conexión entre el intestino y el cerebro.

¿Cómo afecta el estrés a la digestión y la inmunidad?

Cuando aparece el estrés, el cuerpo da prioridad a la supervivencia. Las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, indican al organismo que «pause» las funciones no esenciales, y la digestión es una de las primeras en desaparecer.

Esto puede provocar:

  • Ralentización de la motilidad → estreñimiento, hinchazón, gases.
  • Aceleración de la motilidad → diarrea o urgencia.
  • Aumento de la producción de ácido → reflujo, acidez estomacal, úlceras.
  • Alteración de la microbiota → cambio hacia bacterias dañinas, lo que conduce a la disbiosis.
  • Intestino permeable → el debilitamiento del revestimiento intestinal permite que las toxinas se filtren al torrente sanguíneo, lo que alimenta la inflamación.

Al mismo tiempo, el estrés crónico debilita el sistema inmunológico. El estrés a corto plazo puede aumentar temporalmente la inmunidad, pero el estrés a largo plazo suprime los glóbulos blancos, debilita las defensas del organismo y favorece la inflamación crónica de bajo grado, base de la mayoría de las enfermedades crónicas modernas [3,4]. En conjunto, estos efectos crean un círculo vicioso: el estrés perjudica la digestión, la mala digestión aumenta el estrés y ambos suprimen la inmunidad.

¿Cómo cuidar la conexión entre el intestino y el cerebro?

Cuidar la conexión entre el intestino y el cerebro consiste en restablecer el equilibrio en ambas direcciones: calmar el sistema nervioso y nutrir el intestino.

Esto es lo que he aprendido, tanto de la ciencia como de mi experiencia personal:

  1. Empieza el día con presencia. Mis mañanas comienzan al aire libre, empapándome de luz natural. Me sumerjo en agua fría para revitalizar mi sistema, luego medito durante 10 minutos y escribo en mi diario durante otros 10 minutos, enumerando lo que aprecio, celebrando los logros y eligiendo no más de tres tareas importantes para el día.
  2. Apoya al sistema nervioso con adaptógenos y nootrópicos. Después de mi rutina matutina, tomo Juice Plus+ Luminate, de la empresa Juice Plus+. Esta mezcla contiene: Este doble apoyo me ayuda a estar lúcida, tranquila y resistente.
    • Adaptógenos (melena de león, cordyceps, ashwagandha, rodiola, aceite de salvia) → ayudan a reducir la sensación ocasional de estrés.
    • Nootrópicos (alpinia galanga, extracto de bayas de café) → promueven la concentración, la energía tranquila y la claridad cognitiva.
  3. Come para tu microbioma. Como principalmente alimentos de origen vegetal, cercanos a la tierra. Las plantas proporcionan la fibra, los polifenoles y los prebióticos que alimentan a las bacterias intestinales beneficiosas, las cuales, a su vez, crean postbióticos que nutren el cerebro y el sistema inmunológico.
  4. Muévete todos los días. Alterno entre ejercicios aeróbicos y entrenamiento de fuerza, y doy paseos cortos y largos. El movimiento no solo es bueno para el cuerpo, sino que reduce el cortisol y ayuda a regular la digestión.
  5. Conéctate con la naturaleza. Como vivo en el noroeste del Pacífico, aprovecho al máximo el tiempo al aire libre: senderismo, esquí, vela, paddle surf, pickleball. ¿Dónde vives y cómo puedes incorporar más tiempo al aire libre en tu ritmo diario?
  6. Termina el día con calma. Las tardes son para relajarse. Apago las luces, guardo mi teléfono, me cepillo los dientes y uso hilo dental, y hago una breve meditación con música relajante antes de acostarme. El sueño es cuando tu intestino y tu sistema inmunológico se reparan, por lo que protegerlo es imprescindible.

Cómo curar el intestino de la ansiedad

La ansiedad y los problemas intestinales suelen ir de la mano. Para revertir esto, concéntrate en intervenciones que calmen el sistema nervioso y restauren la microbiota intestinal.

  • Respiración y mindfulness → la respiración profunda transmite una sensación de seguridad al cerebro, aliviando la tensión digestiva.
  • Adaptógenos → hierbas como la ashwagandha y la rodiola ayudan a regular la respuesta al estrés.
  • Probióticos y prebióticos → nutren las bacterias intestinales beneficiosas, que a su vez producen neurotransmisores que regulan el estado de ánimo [5].
  • Limita los estimulantes → la cafeína, el alcohol y los alimentos procesados pueden aumentar tanto la ansiedad como la irritación intestinal.

Aquí es donde Luminate vuelve a destacar: combina adaptógenos con nootrópicos que favorecen las funciones cognitivas, lo que ayuda a sacar al cuerpo y al cerebro del estado de «lucha o huida».

¿Cómo se restablece la microbiota intestinal?

Restablecer la microbiota no significa hacer una dieta depurativa de tres días a base de zumos ni eliminar drásticamente ciertos alimentos. Significa crear un entorno estable en el que puedan prosperar las bacterias beneficiosas.

  1. La diversidad es clave. Intente consumir más de 30 plantas diferentes a la semana: frutas, verduras, legumbres, frutos secos, semillas y hierbas.
  2. La fibra es su aliada. Las fibras solubles e insolubles alimentan a diferentes poblaciones bacterianas.
  3. Los polifenoles son importantes. Estos compuestos, que se encuentran en las bayas, las verduras, los tés y las especias, se vuelven más biodisponibles cuando son descompuestos por los microbios intestinales.
  4. Alimentos fermentados. El chucrut, el kimchi, el miso, el kéfir y los yogures de origen vegetal añaden bacterias beneficiosas [6].
  5. Evita los disruptores del microbioma. Los alimentos procesados, el azúcar refinado y el estrés crónico inclinan la balanza hacia la disbiosis.

Si comes de forma constante alimentos más cercanos a la tierra y minimizas los irritantes intestinales, tu microbioma se restablecerá con el tiempo.

Conclusión

El estrés es inevitable. Pero dejarse controlar por él no lo es. Cuando comprendes el ciclo intestino-cerebro-inmunidad, obtienes el poder de romperlo, con prácticas diarias intencionadas, una nutrición vegetal y herramientas respaldadas por la ciencia, como Luminate. Tu intestino, tu cerebro y tu sistema inmunitario están siempre en comunicación. La pregunta es: ¿qué historia cuentan y cómo puedes reescribirla?

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Referencias

    1. Mayer EA, Tillisch K, Gupta A. (2015). El eje intestino-cerebro y la microbiota. J Clin Invest, 125(3):926–938. https://doi.org/10.1172/JCI76304
    2. Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales. La conexión entre el cerebro y el intestino. https://www.niddk.nih.gov/health-information/digestive-diseases/brain-gut-connection
    3. Chrousos GP. (2009). El estrés y los trastornos del sistema de estrés. Nat Rev Endocrinol, 5(7):374–381.
    4. https://doi.org/10.1038/nrendo.2009.106 Dhabhar FS. (2014). Efectos del estrés sobre la función inmunitaria: lo bueno, lo malo y lo bello. Immunol Res, 58(2–3):193–210.
    5. https://doi.org/10.1007/s12026-014-8517-0
    6. Foster JA, McVey Neufeld KA. (2013). Eje intestino-cerebro: cómo influye la microbiota en la ansiedad y la depresión. Trends Neurosci, 36(5):305–312. https://doi.org/10.1016/j.tins.2013.01.005
    7. Harvard Health Publishing. (2021). Alimentos que mejoran la salud intestinal. https://www.health.harvard.edu/staying-healthy/foods-that-boost-gut-health


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